SAN MARTÍN: AJEDREZ, GUITARRA Y DESMESURA
Pensar el cruce de los Andes aún hoy, con ese laberinto de rocas escarpadas, parece imposible.
La desmesura de un capricho o la ilusión de un loco.
Si a la imponente muralla cordillerana, le sumamos que el hombre que decía que la iba a cruzar, padecía de problemas pulmonares, reuma y úlcera estomacal, esa decisión se vuelve delirante.
Pero ahí va Don José.
Sueña con su ejército de cinco mil doscientos hombres, utópicos y esperanzados como él, mientras juega al ajedrez, quizá pensando que el destino de sus batallas en el tablero sea una premonición de su deseo libertario en su vida y la de su pueblo.
Mientras decide enviar como espía a Chile al mayor José Antonio Álvarez Condarco (que dibujaba muy bien y tenía una memoria notable) para descubrir el camino más corto y diseñar los mapas, San Martín toca la guitarra.
Recuerda sus horas españolas aprendiendo los secretos del instrumento de la mano del concertista y compositor Fernando Sor, improvisando conciertos melancólicos para sus soldados e indios, porque pensaba que éstos eran los auténticos pueblos originarios de la patria, a quienes llamaba "nuestros paisanos".
Si hasta el nombre de La logia Lautaro lo había soñado como un homenaje a un guerrero araucano que encabezó la rebelión contra los españoles.
También antes de eso, San Martín se reuniría con caciques pehuenches, al pie de la cordillera, solicitándoles permiso para pasar , reconociendo en ellos a los verdaderos dueños de la tierra.
Así era él.
El general de los sueños imposibles.
El justiciero de la ética de la valentía.
Un hombre de pensamiento y acción, creador de una epopeya poética y posible como fue el cruce de los Andes.
Mientras lo sigamos recordando, en el tablero de nuestra libertad soñada, Don José seguirá soplándonos al oído, desde el viento, nuestras jugadas más valientes, sin dejar de ser sensibles a las hermosas melodías de las guitarras.