Podríamos decir que las puertas de entrada a una escuela, actúan
como una especie de testigo silencioso de todo lo que va a ocurrir y de
lo sucedido.
Una suerte de umbral a un mundo que sus alumnos vivirán en la infancia, pero recordarán por siempre.
¿Quién sería capaz de olvidar el color de esa entrada?
¿Qué adulto, alguna vez, no ha sido sorprendido por ese portal de recuerdos infantiles?
Por
eso, no es casual que elijamos todos los años, pasaditas las vacaciones
de invierno, colocar en la entrada el cartel con los nombres de
nuestros alumnos de séptimo grado que egresan ese año.
Una
vez más, cumplimos con ese ritual, para que esas aberturas que
tantas veces abrieron sus alas, queden en la memoria de cada
uno, recordando el destino más feliz de las puertas.
Ellas han sido construidas para poder tener la felicidad de abrirlas.
Cuando abrimos una puerta, realizamos mucho más que un gesto de la mano.
Cuando abrimos una puerta, invitamos a ese otro a entrar en nuestra intimidad.
Cuando
abrimos una puerta, vivimos la feliz expectativa de descubrir que no
estaremos solos, mientras estemos dispuestos a girar un picaporte para
que nos salude la aventura de compartir el mundo.
Queridos muchachos y muchachas, flamantes egresados del año 2013,
¡LAS PUERTAS DE SU ESCUELA PRIMARIA SIEMPRE ESTARÁN ABIERTAS PARA USTEDES!